De cualquier forma
su vida carecía de sentido:
Sonreía, y mostraba su mejor cara
ante los que la admiraban,
se alimentaba de halagos
tan efímeros como el aire del invierno
que se cuela al atardecer.
Alguien dijo por allí :
posee una vanidad, que le queda
muy grande,
como los zapatos que calza
que de tanto jugarle los pies
terminaron haciéndole ámpulas.
Es dueña de un vacío tan inmenso
como aquél cortejo de lágrimas
que acompañan su silencio
y que tantas noches se pierden
en su almohada.
Sín embargo, aún a sus años
seguía soñando
que era una princesa encantada
esperando que su príncipe azul
por fin un día le de el beso
que la despertará
a la realidad que evadía
cada tarde cuando perdía su mirada
en un camino inmenso
que se perdía en la nada.
Y volvía a vestirse, y a soñar
y a inventarse una historia
que estaba tan maquillada
como su propia cara.
Alguna vez escuche decir :
Se le refleja la felicidad en su rostro,
yo, sigo creyendo
que es la mujer mas aciaga
y que pinta de carmín
la sonrisa mas fingida
y que aparenta una dicha
que esta muy lejos de sentir.
Aún asi,
se sigue vistiendo de dama
y finge ser amada
aunque por dentro
su corazón sangra
con voz desesperada;
y sus ojos azules
llevan la soledad en su mirada,
como las marionetas
que tienen la vista fija
pero que no miran nada,
que parece que sonríen
aunque en realidad,
su vida es muy desdichada.
Aída Alanís
Marzo 20 2017
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